Cerrar
Cerrar
Cerrar

Contacto

Dejanos tus inquietudes y comentarios y ayudanos a seguir mejorando.

Por favor, chequeá los datos que ingresaste

07 de Julio

HASTA SIEMPRE LOLE

Por: Eduardo Ruiz

    • Compartir

Calor, mucho calor.
Enero de 1974. En el autódromo de Buenos Aires, días antes del tradicional Gran Premio de F1, el equipo Brabham prueba el nuevo modelo BT44 manejado por Carlos Reutemann, acompañado en la ocasión por un desconocido Richard Robarts.
En esa época eran horas y horas de girar bajo un sol agobiante.

En uno de los intervalos de mediodía, un jovencito de 13 años intenta abrirse paso entre la gente que se agolpa en la puerta del garage interno del box donde Reutemann dialoga con los integrantes de su equipo y aprovecha para almorzar.
Eran tiempos de pocos controles en los accesos al autódromo y de mucha pasión en los aficionados que sumaban de a miles los que se ubicaban en tribunas o en boxes los más osados.

El joven atravesó el enjambre de personas apretadas, transpiradas y fanatizadas por ver al Lole.
De pronto pudo colocarse en la puerta misma y allí le pegó el grito: ¡¡Lole!! Lole!!
En sus manos intentaba mantener prolija una carpeta grande, de tapa azul envuelta en una goma negra que servía para contener una gran cantidad de hojas.

De la nada Lole se acercó al joven, y éste tímidamente le entregó la carpeta explicándole que estaban todas sus carreras desde su llegada a Europa en 1970 a la fecha, con comentarios propios y fotos recortadas de las revistas de entonces, Corsa y Automundo.
De expresiones parcas, Lole tomó la carpeta, acaricio suave y tiernamente la cabeza del joven y volvió para adentro a seguir con su trabajo.

En la puerta, varios de los fans, miraban entre sorprendidos y admirados al joven al que Lole se había acercado. Claro, ellos gritaban y llamaban al Lole desde hacía un buen rato sin que éste se acerque ni siquiera cinco centímetros.
En el medio de ese acontecimiento y hoy, con la triste noticia del fallecimiento de Lole, pasaron 47 años y una historia que pocos pilotos del mundo han escrito como lo supo hacer Reutemann.

Sus victorias con ese Brabham que probaba en el autódromo, su frustración en esa edición 74 donde el auto se quedó sin combustible faltando una vuelta y media cuando era líder con casi medio minuto de ventaja; su paso por Ferrari, los triunfos con el equipo italiano; Lotus, Williams. Al cabo, en ese lapso de 1972 a 1981 fueron diez temporadas manejando los mejores autos, integrando los equipos más competitivos, convirtiéndose en uno de los pilotos mas respetados de esa increíble época de la Fórmula Uno.

Reutemann perdió por un punto el campeonato de 1981, después de liderar ese año con cierta comodidad. Su inolvidable falta de respeto al contrato firmado con Williams, el recordado cartel Jones-Reut en Brasil al que nunca vio o no quiso ver, sumado al cambio de proveedor de neumáticos que realizó el equipo, lo llevaron a una situación casi no deseada en la carrera final de Las Vegas donde sucumbió frente a un joven Nelson Piquet que terminó descompuesto, deshidratado y vomitando esa competencia donde se consagró campeón.

Mire. Ante todo, debo decir que Reutemann fue un tipo honesto consigo mismo y con el prójimo. Todavía hoy algunos le recriminan no haberlo chocado a Piquet en esa carrera final donde con el brasileño afuera, Lole era campeón.
Versátil, rápido, genial cuando estaba en su día, inestable cuando no era su día. Dejó su huella por donde anduvo. Fue, y sigue siendo, el único piloto de F1 que hizo podio en una carrera por el mundial de Rally.

Despertó idolatría y exitismo al mismo tiempo. La definición del mundial 81 hizo que un Boca-River cambie de horario porque la gente elegia a Reutemann sobre el partido. Algo realmente increíble en un país futbolero como Argentina.
Eligio hacer política, otra de sus pasiones. Fue gobernador de Santa Fe en dos ocasiones y elegido senador nacional en otras cuatro.

También en su gestión publica cosechó aplausos y críticas, pero lo fundamental de todo es que siempre fue fiel a sus valores, sus principios y a la honestidad que comenté antes.
Vuelvo a la historia. La del verano de 1974. La del joven de 13 años entregándole a Lole su carpeta llena de notas y fotos relacionadas con su trayectoria internacional desde 1970 a esa fecha.

Hoy ese joven despide con estas líneas a su ídolo y mentor.
Hoy ese joven, que ya tiene 61 años de edad y 43 de trayectoria en el periodismo, escribe estas líneas con la misma emoción de esas otras líneas que tenían las notas de la carpeta obsequiada al Lole.
Hoy ese joven despide y agradece a Carlos Alberto Reutemann por haber sido lo que fue y lo que seguirá siendo en el corazón de millones que crecieron, que crecimos viéndolo correr en el máximo nivel del automovilismo mundial.
Hoy, ese joven ya no tan joven, despide a Carlos hasta todos los momentos.
 
Eduardo Ruiz

Redacción UV
PorRedacción UV